Partida

Sin cuestionarme el "por qué" de la famosa muerte, (creo tener esa pregunta contestada hace bastante tiempo), me envuelvo amargamente en los estragos que ésta causa, las consecuencias emocionales, los vacíos existenciales y el doloroso camino hacia adelante.

Cuando murió mi abuelo era demasiado pequeña para asumir el peso de la perdida de un ser querido. Pero ahora, todo esto pasa muy cerca de mis ojos. Puedo oler la muerte, el llanto. Y es tan cercano el adiós repentino que nace en este instante que hasta no se como reaccionar. Quiero llorar y desahogarme, pero solo siento impotencia de que mis lagrimas se agolpen solo a ratos. Ratos, cuando le recuerdo, lo que era, lo que es, lo que deja, lo que queda.

Nunca se esta preparado para una situación así, menos para escuchar o dar una noticia tan cruda, fría. DESGARRADORA PARTIDA. Quisiera mantenerme distante. Lejos de los llantos masivos, de las lamentaciones, de la gente saludando con nudos visibles en sus gargantas. Los pésames torpes en la boca de gente desconocida. Lo hago. Me alejo.

Y desaparecí, más de lo debido (la gente siempre logra que colapse). Desaparecí deliberadamente como siempre, tras mi música, tras mis pensamientos confusos y ahora tras ella, (no le dije cuanto necesitaba sus brazos para deshidratarme en llanto, pero sentí que ya lo sabía).

Así me refugie contra los días “peores”, “terribles”, “duros”, sé en que momentos mi sensibilidad, mi “fría sensibilidad” se verá en su punto mas critico, agotado ya, de absorber momentos y recuerdos. Procesando información. Viendo reacciones. Analizando sentidos y aromas registrados.

Busqué las gafas oscuras, quería esconder mi rostro cansado, esconder mis ojos hinchados. Busqué y olvidé que buscaba. Olvidé quien era. Olvidé todo en ese instante y recordé que alguien sufría mas que yo, mas que cualquiera, (yo perdí un componente de mi familia, y ella su familia, su pareja, su futuro, sus planes…). Y decidí a ser la fuerte que extiende los brazos. Me quede a su lado, admirando la fortaleza con que enfrenta lo peor que podría pasarle y me siento orgullosa de ser su familia. Me consuelo un tanto con eso.

Y se cierra la realidad, (llora desconsolada y la abrazo fuerte, firme), se cierra la ventana, se entierra lo peor de la vida, dando paso a la pena, la mía, la de ella, la de todos.

Le robé una rosa ese último día, ¿por qué? no lo sé, quizás solo para entender lo magnifica que es la melancolía cuando hunde en la gran tristeza todo lo que es el recuerdo.